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«Mis amigos en Rusia»

Relato ganador de la tercera edición

Soy una persona que desde chico le he tenido una especial estimación a Rusia/Ex URSS, de hecho yo ya no recuerdo cuando empezó pero seguramente debe haber tenido sus inicios alrededor de Montreal 1976 que fue sin duda la primera olimpiada que debí haber seguido de manera consciente a mis 9 años.  En aquella olimpiada me quedó claro del poderío deportivo de la URSS seguido por la mini URSS; la RDA. Como por arte de magia y encantado por ver a los americanos vencidos en repetidas ocasiones se fue fraguando mi admiración por este pueblo.

Después mi amor al arte ruso se fue construyendo sobre lo otro aunque de manera independiente, sobretodo la música rusa, desde la música folklórica como Kalinka u Ochi chornia, hasta los maestros famosos de las salas de conciertos, todo se oía de forma cotidiana en mi casa, todos esos discos estaban ya en mi casa cuando era niño.
De chico siempre quise ir a la URSS, por ahí incluso alguien cercano a la familia se movió para conseguirme una beca, sin mucho seguimiento por mi parte.
Cuando cayó la URSS en el 90/91 mi interés también cayó bastante, aquel misterio que ocultaba la cortina de hierro desaparecía con los Macdonald’s y los oligarcas haciéndose millonarios. Sin embargo el interés por su música siguió siempre vivo. No fue casualidad que mi última novia haya sido de la ex cortina de hierro, así me dediqué a buscarla y fue verdaderamente una gran aproximación a la cultura rusa, de la cual obviamente no todo brilla, una de las relaciones más apasionantes de mi vida sin duda.
No pensé ir más a Rusia, no estaba en mis planes, quizá sólo y si iba con un amigo y con el objetivo principal de hacer un ligue con las chicas, que creo que son físicamente bastante especiales. De forma inesperada este año mi actual pareja, a sabiendas de mi cariño por esta tierra y cultura,  insistió por que creyó en el fondo que yo querría ir.
La idea no me acababa de convencer sobretodo por aquello de llevar a mi chica a un lugar donde las mujeres suelen ser bellísimas. 🙂 Al final me convenció y fuimos a Moscú y San Petersburgo en un viaje de una semana.

Fue un periplo encantador, ilustrativo, a veces hasta místico, melancólico, excitante, lo disfruté muchísimo. Los museos son algo impresionantes, no sólo el Hermitage que era el plato fuerte, pero en Moscú, y sin saber, nos enteramos que había un museo de impresionistas resultado de dos colecciones de un par de millonarios de las viejas épocas y el museo era, como se dice, !La Ostia! Cinco Degas, uno preciosísimo muy famoso a pastel, un montón de Renoirs, Monets, Cezannes, unos Van Goghs, Pisarros , Manets, montones de Gaugins, que personalmente no me gusta tanto,  entre otros menos conocidos, además Kandiskys, Chagalles, bueno comparable desde arriba con el D’Orsay de Paris. Es un anexo del conocido como museo Pushkin de las Bellas Artes. Además de eso, puedo confirmar que todo el Kremlin es una tesoro enorme y dentro hay una serie de joyas como el  «museo de la armería» con unas joyas inimaginables, carrozas, diamantes, los huevos Fabergé, las herencias de los zares, etc.

Si bien es cierto que las ciudades no están tan fáciles para moverse, sobretodo Moscú,  con un poco de ruso que había aprendido de aquella relación con mi exnovia y sobretodo el hecho de poder leer cirílico hicieron el viaje muy cómodo, incluso usando los taxis piratas -muy baratos- y regateando en su  misma lengua, ya que el inglés brilla todavía por su ausencia.

Incluso la comida que ya conocía por mi ex y por una desastrosa visita a un restaurante ruso en Barcelona, fue mucho mejor de lo que esperaba, no, no digo buena, de hecho fue muy buena, eso sí evitando los platillos clásicos que ya conocía que me llevarían de inmediato a la repulsión como el famoso Borsch. Soy una persona que gusta mucho estimular a mi paladar y a mi estómago, pero para mi la idea que tenía de Rusia a nivel gastronómico no era muy esperanzador, mi idea era simplemente alimentarme, es decir lo que nunca hago: hamburguesas, pizzas, lo que fuera, sándwiches, así que imaginarán mi sorpresa al hallar por precios no muy diferentes a los de cartas españolas, buena calidad, excelentes combinaciones y además una cocina Rusa pujante, modernizada y lista para satisfacer paladares complejos.

El último día en San Petersburgo y leyendo en la guía misma que tenía, descubrí que había un cementerio con compositores famosos en las afueras de la ciudad, pero había una estación de Metro cercana, por lo que estaba alcanzable. Así que sin mi novia me dirigí hacia allá para hallar a estos amigos de toda la vida, en un viaje en taxi pirata (para ahorrar tiempo) que me llevó en un paseo largo y poco pintoresco que no niego que en cierto momento hizo que me diera cierto miedo; por las afueras de San Petersburgo, por rumbos de dudoso destino turístico y más bien parecía a donde van a tirar a los cuerpos al río Neva. El conductor de vez en cuando me preguntaba, otra vez, mi destino y me comentaba cosas –en ruso-  que me hacían pensar que no tenía idea a donde tenía que ir.
Al final llegué, era un «cementerio de hombre ilustres»  hecho alrededor del 1927 por el régimen soviético, no era un cementerio general como el que vi en Moscú, cada tumba era de un personaje famoso por su trabajo, pintores, escritores (a alguien les suena Dosto-yevski? :), políticos etc., y tenía una parte dedicada a compositores destacados. Me dirigí a esa zona del cementerio en cuanto entré, era en general muy bello, situado junto a un monasterio y con mucho espacio entre las tumbas. La primera tumba que me encontré fue la del uno de mis grandes favoritos: el maestro Modesto Petrovich Mussorgsky, y eso por que la reconocí de la foto que había visto por internet, pero a su lado estaba su amigo Nikolai Andreievich Rimsky Korsakov, y no solo eso, en línea estaban plantados el famoso grupo nacionalista de «los Cinco» “El puñado” en ruso, formados por Cesar Cui, Alexander Borodin, Mussorgsky, Rimsky Korsakov y Mili Balakirev, el grupo más representativo de música nacionalista rusa!  Rematando al final de la línea un monumento-tumba precioso de Tchaikowsky con un ángel flotando sobre su hombro, enfrente su gran influencia Anton Rubinstein, poco antes Glinka, el primer gran compositor nacionalista y al lado alguien que apodaban «el pequeño Glinka”: Alexander Glazounov. Todos ellos estaban ahí uno tras otro, esperándome, encontré lo que buscaba en Rusia, a estos amigos que han estado conmigo toda la vida y que seguirán estando incluso una vez que yo haya muerto. Después de dejarles una flor y una lágrima me dirigí contento y satisfecho al hotel y de ahí al aeropuerto de regreso.

No puedo recomendar más que visitar este bello país y hacerlo abiertos, sin prejuicios y no olvidar que un poco de cirílico puede ayudar enormemente hasta para reconocer un Restaurante.

Raul F.
(Barcelona)

Ирина Гурина:

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